martes, 14 de enero de 2014

La concha de Mino

Raoni  sufre de vértigo. Esto no sería un problema si no fuera porque es un Awasi. Los Awasi viven ocultos en la profundidad de la selva del Amazonas. Antiguamente, eran pescadores, aunque hace cientos de años se adentraron en el corazón del paraíso y cambiaron su dieta a base de pescado por la carne de mono. Es complicado cazar monos si no trepas por los árboles, por eso, desde hace tiempo,  los Awasi construyen sus casas sobre los arboles de Lupuna.
La selva no quiere a Raoni. Cada vez que intenta subir a un árbol, este se tambalea y le hace vomitar hasta que un sudor frío le obliga a pisar suelo firme. Le llaman jaguar, porque es el único animal de la selva que vomita para expulsar las bolas de pelo que alberga su estómago de tanto lavarse a lametazos.
Los Awasi se consideran adultos a los doce años. Los aspirantes a hombres deben  atravesar el desfiladero de Taipolún y continuar varios días de viaje por la selva hasta llegar al mar. Deben regresar con una concha alargada y blanca, con la que la mujer elegida, siempre que ella acepte, fabricará un taparrabos para él antes de compartir lecho y cabaña. Raoni cumplió los doce hace ya dos años. Mino espera paciente pero su padre empieza a estar enfadado. Ya debería ser madre, sin embargo, espera condenada a la niñez hasta que Raoni acumule suficiente valor para cruzar el desfiladero, mientras las mujeres de su edad amamantan ya a algún crío. Sonríe cada amanecer a Raoni pero no le ayuda cuando este intenta convencer al desfiladero que le deje pasar y no mueva el suelo que pisa, obligándolo a caer tras avanzar apenas un par de pasos y a regresar llorando de rabia.
Pasan las lunas y el desfiladero no entra en razones. Mientras, Raoni ha aprendido a cazar con su cerbatana; un día cazó un jaguar y secó su piel al sol. Ahora sí es un autentico jaguar y se ha construido una cabaña en tierra firme. A veces es un oso hormiguero y, cuando la soledad le resulta insoportable, puede ser a la vez jaguar, oso hormiguero o caimán. Sólo tiene que poner sobre su cuerpo sus pieles y luchar consigo mismo feroces batallas. En la luna nueva mató una anaconda, desde entonces, una idea  ronda en su cabeza y no le deja dormir. De madrugada habló como de costumbre con el desfiladero, regresó a su cabaña y se vistió con  la piel de anaconda, tomó una vejiga con agua, algunas hierbas y  carne seca de caimán. Antes de llegar al claro, comenzó a reptar y como imaginaba, consiguió engañar al estúpido desfiladero.
La anaconda avanza lenta, día y noche sin parar, no puede mirar hacia abajo, no tiene perspectiva desde el suelo que permanece quieto, pues sólo se mueve ante los pasos malditos de Raoni. Tras cuatro lunas y con el cuerpo repleto de ampollas llega al otro lado, atraviesa la selva y se baña con los delfines rosados del río Amazonas; incluso recoge algunos restos óseos para hacerse un collar y llamar a su espíritu. Al fin, llega al mar y consigue la concha blanca. Decide disfrutar y se queda unos pocos días más. Mino espera inquieta, Raoni debía haber regresado ya. Está impaciente por tejer en su concha y compartir su hamaca. Una polvareda avanza lentamente por el desfiladero. Todos se acercan a la explanada a recibir a Raoni, con cierta curiosidad, mientras el desprecio de sus caras se disfraza de admiración. Raoni les ignora y sigue reptando hasta su cabaña. Allí, saluda con respeto al jaguar, al caimán y al oso hormiguero. La anaconda comparte con ellos sus aventuras y les presenta al delfín rosado. Después del festín al que ningún vecino de la tribu ha sido invitado, cuelga la concha de Mino en la puerta de su cabaña. Mino se acerca contoneando su cuerpo orgullosa. Le pide la concha para tejer su taparrabos. Raoni la observa sereno pero Mino queda atrapada por su mirada ahora perturbadora. Sus ojos reflejan la astucia del jaguar, la perspicacia del caimán, la bondad del delfín y la avaricia de la anaconda. Con dulzura le dice:
-¿Para que querría yo unirme a una simple mujer cuando poseo el amor de la madre tierra?

Esa fue la ultima vez que Raoni se dejó ver con su piel de hombre.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho cuando lo pasaste por mail y me ha vuelto a gustar mucho ahora. Tiene vida,ritmo y muchísimo encanto. Obregón

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    1. A mi tambien me gusta la actitud de Raoní luchador y rebelde.

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