Raoni sufre de vértigo. Esto no sería un problema
si no fuera porque es un Awasi. Los Awasi viven ocultos en la profundidad de la
selva del Amazonas. Antiguamente, eran pescadores, aunque hace cientos de años
se adentraron en el corazón del paraíso
y cambiaron su dieta a base de pescado por la carne de mono. Es complicado cazar monos si no trepas por los
árboles, por eso, desde hace tiempo, los
Awasi construyen sus casas sobre los arboles de Lupuna.
La
selva no quiere a Raoni. Cada vez que intenta subir a un árbol, este se tambalea y le hace vomitar hasta que
un sudor frío le obliga a pisar suelo firme. Le llaman jaguar, porque es el
único animal de la selva que vomita para expulsar las bolas de pelo que alberga
su estómago de tanto lavarse a lametazos.
Los
Awasi se consideran adultos a los doce años. Los aspirantes a hombres
deben atravesar el desfiladero de
Taipolún y continuar varios días de viaje por la selva hasta llegar al mar.
Deben regresar con una concha alargada y
blanca, con la que la mujer elegida, siempre que ella acepte, fabricará un taparrabos
para él antes de compartir lecho y cabaña. Raoni cumplió los doce hace ya dos
años. Mino espera paciente pero su padre empieza a estar enfadado. Ya debería
ser madre, sin embargo, espera condenada a la niñez hasta que Raoni acumule
suficiente valor para cruzar el desfiladero, mientras las mujeres de su edad
amamantan ya a algún crío. Sonríe cada amanecer a Raoni pero no le ayuda cuando este intenta convencer al desfiladero que le deje pasar y no mueva el suelo que
pisa, obligándolo a caer tras avanzar apenas un par de pasos y a regresar llorando
de rabia.
Pasan
las lunas y el desfiladero no entra en razones. Mientras, Raoni ha aprendido a
cazar con su cerbatana; un día cazó un jaguar y secó su piel al sol. Ahora sí
es un autentico jaguar y se ha construido una cabaña en tierra firme. A veces
es un oso hormiguero y, cuando la soledad le resulta insoportable, puede ser a
la vez jaguar, oso hormiguero o caimán. Sólo tiene que poner sobre su cuerpo
sus pieles y luchar consigo mismo feroces batallas. En la luna nueva mató una
anaconda, desde entonces, una idea ronda en su cabeza y no le deja dormir. De
madrugada habló como de costumbre con el desfiladero, regresó a su cabaña y se
vistió con la piel de anaconda, tomó una
vejiga con agua, algunas hierbas y carne
seca de caimán. Antes de llegar al claro, comenzó a reptar y como imaginaba,
consiguió engañar al estúpido desfiladero.
La anaconda
avanza lenta, día y noche sin parar, no puede mirar hacia abajo, no tiene
perspectiva desde el suelo que permanece quieto, pues sólo se mueve ante los pasos
malditos de Raoni. Tras cuatro lunas y con el cuerpo repleto de ampollas llega
al otro lado, atraviesa la selva y se
baña con los delfines rosados del río Amazonas; incluso recoge algunos restos
óseos para hacerse un collar y llamar a su espíritu. Al fin, llega al mar y
consigue la concha blanca. Decide disfrutar y se queda unos pocos días más.
Mino espera inquieta, Raoni debía haber regresado ya. Está impaciente por tejer
en su concha y compartir su hamaca. Una polvareda avanza lentamente por el desfiladero.
Todos se acercan a la explanada a recibir a Raoni, con cierta curiosidad, mientras el desprecio de sus caras se disfraza de admiración. Raoni les ignora
y sigue reptando hasta su cabaña. Allí, saluda con respeto al jaguar, al caimán
y al oso hormiguero. La anaconda comparte con ellos sus aventuras y les
presenta al delfín rosado. Después del festín al que ningún vecino de la tribu
ha sido invitado, cuelga la concha de Mino en la puerta de su cabaña. Mino se
acerca contoneando su cuerpo orgullosa. Le pide la concha para tejer su
taparrabos. Raoni la observa sereno pero Mino queda atrapada por su mirada ahora perturbadora. Sus ojos reflejan
la astucia del jaguar, la perspicacia del caimán, la bondad del delfín y la
avaricia de la anaconda. Con dulzura le dice:
-¿Para que querría yo unirme a una simple
mujer cuando poseo el amor de la madre tierra?
Esa
fue la ultima vez que Raoni se dejó ver con su piel de hombre.
Me gustó mucho cuando lo pasaste por mail y me ha vuelto a gustar mucho ahora. Tiene vida,ritmo y muchísimo encanto. Obregón
ResponderEliminarA mi tambien me gusta la actitud de Raoní luchador y rebelde.
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