Queridos
reyes magos:
Este año no escribiré mi carta, o
por lo menos, no lo haré como de costumbre. Tengo un deseo, sólo uno. Deseo que
hagáis bien vuestro trabajo. Regalad juguetes a los niños; a los adultos
dejadnos a un lado, no necesitamos nada de lo que últimamente venís trayendo,
ni ropa, ni móviles, ni ordenadores, nada de esto.
Vuestra labor consiste en repartir
ilusión. Tal vez esté equivocada, pero tener ilusión es ver el azul del cielo
hasta en los días más grises. Es intuir que tras la oscuridad del túnel hay un
punto de luz, tal vez como el agujero de una aguja o la cabeza de un alfiler
pero sabremos que está ahí, y según nos acerquemos, la luz se hará más grande,
hasta cegarnos.
La ilusión ensancha el corazón. Hace
más largos los días e intensifica los colores. En estos tiempos, donde sentirse
afortunado casi avergüenza, cuando muchos de los nuestros lo pasan tan mal, es
vuestra obligación repartir ilusión y esperanza. Creo sinceramente que todos
tenemos algo de culpa en lo que está ocurriendo. Nos volvimos inhumanos en un
mundo repleto de actividad. Dejamos a un lado a las personas por engrandecer
las necesidades de la comunidad, de la mayoría. Términos abstractos, carentes
de vida y sentimientos que aniquilan a la raza humana. Miramos hacia otro lado,
no quisimos ver este mundo lleno de manos que visitaban bolsillos ajenos. Nos
hemos dejado embaucar por las luces de la ciudad, dejando que el sol ilumine un
campo yermo, con costumbres que se derrumban entre los muros de adobe. Los
campanarios alojan familias de cigüeñas, mientras el tañido de las campanas
olvida su cántico, por permanecer mudo desde hace una eternidad.
Se fundieron las luces. Tal vez
ahora nos demos cuenta de que no necesitábamos nada de esto. Volverán los
«buenos días» con su correspondiente inclinación de cabeza. El «pase usted
primero», incluso «déjeme que le ayude con esas bolsas». Volveremos a
expresarnos con palabras, dejando que estas maravillosas letras se ocupen de
las historias, de los cuentos. Las letras no son para la vida, son para los
sueños.
Desenroscaremos las bombillas, dejando que la luz del sol ilumine nuestras vidas. Volverá a sonreír, satisfecho, tal vez incluso pueda ver cumplido el sueño de ver levantar esos muros de barro. Tal vez escuche de nuevo el cantar en lo alto de los campanarios, avisando a los vecinos de una nueva vida, de una despedida o alguna fiesta. Entonces brillará más intenso.
Desenroscaremos las bombillas, dejando que la luz del sol ilumine nuestras vidas. Volverá a sonreír, satisfecho, tal vez incluso pueda ver cumplido el sueño de ver levantar esos muros de barro. Tal vez escuche de nuevo el cantar en lo alto de los campanarios, avisando a los vecinos de una nueva vida, de una despedida o alguna fiesta. Entonces brillará más intenso.
Este es mi sueño, mi único
deseo y estoy segura de que me lo concederéis. Volveremos a compartir los sentimientos,
recuperaremos el olor a humo al entrar en nuestras casas en las frías jornadas
de invierno. Volveremos a ser humanos, aun con todos nuestros defectos.
Volveremos a salir a la calle, miraremos el cielo azul, intenso y volveremos a
soñar.
Feliz
Navidad.