martes, 21 de enero de 2014

El secreto del Volvo 740

Hubo un tiempo en que un hecho extraño llamó mi atención. Todos los días, cuando llegaba al trabajo, encontraba un Volvo 740 aparcado en el olivar. Siempre estaba allí cuando yo llegaba  y siempre estaba aparcado bajo el mismo olivo. Este hecho se repitió cada día durante más de un año. En el interior del coche estaba aquel hombre de cara afable, bigote aseado y pelo cano. Creo que pasó desapercibido a todos, pero yo observo cada detalle con minuciosidad, estoy acostumbrada a hacerlo para tirar de la más mínima hebra que sobresalga y así poder ayudar a mis pacientes. Trabajo en un hospital. Soy psicóloga clínica.
El hospital en el que trabajo es un lugar especial. Mis pacientes, a menudo, tienen que pasar largas temporadas ingresados debido a sus graves  lesiones. A veces permanecen más de un año. Vienen de cualquier punto del país, arrastrando a sus familias que pasan muchas horas al día en este recinto. Recomponemos lo que podemos de sus cuerpos, devolvemos el equilibrio a sus almas. En definitiva, restauramos vidas. Esto sería imposible sin su esfuerzo y su valor. A ellos les corresponde el trabajo más duro.
Nuestro hospital tiene un jardín, algo asilvestrado pero entrañable, y un precioso olivar en las inmediaciones. Cuando llegaba cada mañana ese hombre ya estaba allí, dentro de su coche, leyendo el periódico. Daba igual que nevase o cayese granizo. Daba igual que hubiera un diluvio o un sol espléndido. Él siempre estaba allí. Es curioso, primero me sorprendió cuando caí en la cuenta de su existencia, pasado un tiempo me acostumbré a su presencia, nunca tuve sensación de peligro ni sentí inquietud ninguna. Aun así apunté la matrícula y guardé el papel en un cajón de mi consulta dejándolo allí olvidado. Nunca lo comenté con nadie ni oí hablar de ello a los guardias de seguridad. Un buen día desapareció. No volvió jamás. Durante un tiempo lo esperé, incluso creo que lo buscaba entre los coches de la ciudad. Y finalmente lo olvidé.
Hace unos días, volví a ver aquel coche. Comprobé la matricula. Aquel papel ha permanecido olvidado en el cajón durante todos estos años.  Soy un poco más vieja que entonces, lo justo para saber que nada es por casualidad, que todo tiene un porqué.  He vuelto a preguntarme qué fue de aquel hombre que durante un tiempo leía el periódico aparcado junto al  hospital tan alejado de la ciudad y, qué motivo le impulsó a permanecer en su coche cada mañana. Necesitaba saber qué le ocurrió. Se convirtió en una obsesión, así que, esperé en mi coche tardes enteras, aparcada junto al suyo con la esperanza de verlo y poder preguntarle. Necesitaba cerrar su historia para apartarlo de mi mente. Regresé cada tarde durante casi un mes y el coche parecía estar abandonado. Nadie parecía necesitarlo. Por fin un anciano de aspecto octogenario se acercó al coche. Era él, empequeñecido por el paso del tiempo pero, era él. Tenía su rostro grabado en mi mente. No había duda. Me bajé del coche y me acerqué despacio.
—Buenas tardes caballero
—Buenas.
—Disculpe, ¿Puedo hacerle una pregunta?
 —Usted dirá
—Yo le conozco, aunque creo que usted a mi no. Hace años que trabajo en el Hospital. Le recuerdo sentado dentro del coche, recuerdo sus largas horas de espera, aparcado en el olivar, y siempre tuve curiosidad por conocer que hacía usted allí cada mañana. ¿Me preguntaba si podría invitarle a un café y entrometerme en su vida? Me gustaría que me desvelara el secreto que desde hace años me intriga tanto.
—Mire señorita, ¿O debo decir señora? Hoy me es imposible pero si quiere llámeme a este número. – El anciano sacó del bolsillo de su chaqueta una minúscula agenda y un bolígrafo igual de ridículo. Anotó un teléfono y me ofreció el papel tras arrancarlo con delicadeza. – Llámeme esta noche y buscamos un hueco para que me invite a ese café.
            Pasé todo el día inquieta, mirando el reloj, esperando que llegara la hora adecuada para hacer esa llamada. A las ocho consideré que era una hora prudente, ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Marqué algo nerviosa. Tras una espera inquietante escuchando los tonos rítmicos y constantes por el auricular, por fin encontré respuesta.
Pasaría a buscarme al hospital. Me propuso quedar bajo aquel olivo donde durante un tiempo fui consciente de su existencia. Me pareció evocador y nostálgico. Su voz, la melodía de sus palabras, el lugar y  las expectativas de poder encontrar por fin respuestas  a aquellas preguntas que me acompañaron durante tantos años, le dieron al asunto un halo de cierto romanticismo trasnochado.  Cerré los ojos y pude vernos en blanco y negro, como Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en Casablanca. No había despedida amorosa bajo el ensordecedor ruido de las hélices de un avión. Había respuestas junto a un Volvo 740, un desconocido y la curiosidad de una mujer madura bajo la sombra de un olivo. Me presenté puntual. Allí estaba el coche pero ni rastro de él. Fijado al limpia parabrisas había dejado una nota y un viejo periódico.
Abrí el periódico y miré la fecha, 14 de Septiembre de 2002. Le eché un vistazo por encima pero ninguna noticia llamó mi atención. Lo doble y lo coloqué bajo mi brazo intuyendo que significaba algo importante. Leí la nota;
«Hace mucho tiempo de aquello. Sabía que este era el lugar exacto donde encontraría lo que buscaba. He tardado más de lo que esperaba en encontrarlo, pero llegó la hora de pasar el testigo y descansar por fin»
            Esperé un buen rato a que apareciera aunque sabía por la nota que eso no iba a ocurrir. Me apoyé en el coche pensativa. Preguntas sin resolver, un periódico y una nota. ¿Qué iba a hacer yo con todo aquello?

10 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ja ja ja,¿Verdad que sí? Es divertido distorsionar las historias que le cuentan a una e inventar finales, conspirar contra la realidad.

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  2. Vamos, no fastidies!! Un relato precioso, sencillamente precioso... Y nos dejas sin saber el final???? Este año no te libra nadie de la escoba en tu cumpleaños!!!! Mjm

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  3. ¿que qué va a hacer esa señora?...continuar...continuar y continuar.
    Aplícate.Besos.Obregón

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    1. Tal vez, algún día decida investigar que mensaje se esconde dentro de ese periódico y que es lo que debemos hacer con él.

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  4. No nos puedes dejar así....ya estás continuándolo!! Vas a tener que hacer muchos segundos capítulos....Muy bueno como siempre, e inquietante como algunas veces. Sigue así!! Pilar Larrea

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    1. Me alegra que hayas podido comentar. Ya veremos que hace esta mujer con ese periódico...quien sabe.

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