Hubo un
tiempo en que un hecho extraño llamó mi atención. Todos los días, cuando
llegaba al trabajo, encontraba un Volvo 740 aparcado en el olivar. Siempre
estaba allí cuando yo llegaba y siempre
estaba aparcado bajo el mismo olivo. Este hecho se repitió cada día durante más
de un año. En el interior del coche estaba aquel hombre de cara afable, bigote
aseado y pelo cano. Creo que pasó desapercibido a todos, pero yo observo cada
detalle con minuciosidad, estoy acostumbrada a hacerlo para tirar de la más
mínima hebra que sobresalga y así poder ayudar a mis pacientes. Trabajo en un
hospital. Soy psicóloga clínica.
El hospital
en el que trabajo es un lugar especial. Mis pacientes, a menudo, tienen que
pasar largas temporadas ingresados debido a sus graves lesiones. A veces permanecen más de un año.
Vienen de cualquier punto del país, arrastrando a sus familias que pasan muchas
horas al día en este recinto. Recomponemos lo que podemos de sus cuerpos,
devolvemos el equilibrio a sus almas. En definitiva, restauramos vidas. Esto
sería imposible sin su esfuerzo y su valor. A ellos les corresponde el trabajo
más duro.
Nuestro
hospital tiene un jardín, algo asilvestrado pero entrañable, y un precioso
olivar en las inmediaciones. Cuando llegaba cada mañana ese hombre ya estaba
allí, dentro de su coche, leyendo el periódico. Daba igual que nevase o cayese
granizo. Daba igual que hubiera un diluvio o un sol espléndido. Él siempre
estaba allí. Es curioso, primero me sorprendió cuando caí en la cuenta de su
existencia, pasado un tiempo me acostumbré a su presencia, nunca tuve sensación
de peligro ni sentí inquietud ninguna. Aun así apunté la matrícula y guardé el
papel en un cajón de mi consulta dejándolo allí olvidado. Nunca lo comenté con
nadie ni oí hablar de ello a los guardias de seguridad. Un buen día
desapareció. No volvió jamás. Durante un tiempo lo esperé, incluso creo que lo
buscaba entre los coches de la ciudad. Y finalmente lo olvidé.
Hace unos
días, volví a ver aquel coche. Comprobé la matricula. Aquel papel ha
permanecido olvidado en el cajón durante todos estos años. Soy un poco más vieja que entonces, lo justo
para saber que nada es por casualidad, que todo tiene un porqué. He vuelto a preguntarme qué fue de aquel
hombre que durante un tiempo leía el periódico aparcado junto al hospital tan alejado de la ciudad y, qué motivo
le impulsó a permanecer en su coche cada mañana. Necesitaba saber qué le
ocurrió. Se convirtió en una obsesión, así que, esperé en mi coche tardes
enteras, aparcada junto al suyo con la esperanza de verlo y poder preguntarle.
Necesitaba cerrar su historia para apartarlo de mi mente. Regresé cada tarde
durante casi un mes y el coche parecía estar abandonado. Nadie parecía
necesitarlo. Por fin un anciano de aspecto octogenario se acercó al coche. Era
él, empequeñecido por el paso del tiempo pero, era él. Tenía su rostro grabado
en mi mente. No había duda. Me bajé del coche y me acerqué despacio.
—Buenas
tardes caballero
—Buenas.
—Disculpe,
¿Puedo hacerle una pregunta?
—Usted dirá
—Yo le
conozco, aunque creo que usted a mi no. Hace años que trabajo en el Hospital.
Le recuerdo sentado dentro del coche, recuerdo sus largas horas de espera,
aparcado en el olivar, y siempre tuve curiosidad por conocer que hacía usted
allí cada mañana. ¿Me preguntaba si podría invitarle a un café y entrometerme
en su vida? Me gustaría que me desvelara el secreto que desde hace años me
intriga tanto.
—Mire
señorita, ¿O debo decir señora? Hoy me es imposible pero si quiere llámeme a
este número. – El anciano sacó del bolsillo de su chaqueta una minúscula agenda
y un bolígrafo igual de ridículo. Anotó un teléfono y me ofreció el papel tras
arrancarlo con delicadeza. – Llámeme esta noche y buscamos un hueco para que me
invite a ese café.
Pasé todo el día inquieta, mirando el
reloj, esperando que llegara la hora adecuada para hacer esa llamada. A las
ocho consideré que era una hora prudente, ni demasiado pronto ni demasiado
tarde. Marqué algo nerviosa. Tras una espera inquietante escuchando los tonos
rítmicos y constantes por el auricular, por fin encontré respuesta.
Pasaría a buscarme
al hospital. Me propuso quedar bajo aquel olivo donde durante un tiempo fui
consciente de su existencia. Me pareció evocador y nostálgico. Su voz, la
melodía de sus palabras, el lugar y las
expectativas de poder encontrar por fin respuestas a aquellas preguntas que me acompañaron
durante tantos años, le dieron al asunto un halo de cierto romanticismo
trasnochado. Cerré los ojos y pude
vernos en blanco y negro, como Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en Casablanca.
No había despedida amorosa bajo el ensordecedor ruido de las hélices de un
avión. Había respuestas junto a un Volvo 740, un desconocido y la curiosidad de
una mujer madura bajo la sombra de un olivo. Me presenté puntual. Allí estaba
el coche pero ni rastro de él. Fijado al limpia parabrisas había dejado una
nota y un viejo periódico.
Abrí el
periódico y miré la fecha, 14 de Septiembre de 2002. Le eché un vistazo por
encima pero ninguna noticia llamó mi atención. Lo doble y lo coloqué bajo mi
brazo intuyendo que significaba algo importante. Leí la nota;
«Hace mucho tiempo de aquello. Sabía
que este era el lugar exacto donde encontraría lo que buscaba. He tardado más
de lo que esperaba en encontrarlo, pero llegó la hora de pasar el testigo y
descansar por fin»
Esperé
un buen rato a que apareciera aunque sabía por la nota que eso no iba a
ocurrir. Me apoyé en el coche pensativa. Preguntas sin resolver, un periódico y
una nota. ¿Qué iba a hacer yo con todo aquello?
Esta Entrada me suena. ¡Qué genial!
ResponderEliminarja ja ja,¿Verdad que sí? Es divertido distorsionar las historias que le cuentan a una e inventar finales, conspirar contra la realidad.
EliminarVamos, no fastidies!! Un relato precioso, sencillamente precioso... Y nos dejas sin saber el final???? Este año no te libra nadie de la escoba en tu cumpleaños!!!! Mjm
ResponderEliminarje je. Sigo pensando en que podría haber pasado.
Eliminar¿que qué va a hacer esa señora?...continuar...continuar y continuar.
ResponderEliminarAplícate.Besos.Obregón
Tal vez, algún día decida investigar que mensaje se esconde dentro de ese periódico y que es lo que debemos hacer con él.
EliminarNo nos puedes dejar así....ya estás continuándolo!! Vas a tener que hacer muchos segundos capítulos....Muy bueno como siempre, e inquietante como algunas veces. Sigue así!! Pilar Larrea
ResponderEliminarMe alegra que hayas podido comentar. Ya veremos que hace esta mujer con ese periódico...quien sabe.
Eliminarufff qué intriga.......
ResponderEliminar....je je
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