—¡Hostia,
Iñaki. Hace media hora que he dicho que te levantes! Mierda y ahora suena el
puñetero móvil —farfullé—. Venga chaval en cinco minutos nos vamos. ¿Diga?
Hola, Gorka. Espera, espera, más despacio, guardo los bocadillos de los niños
en las carteras y me lo cuentas. —Un minuto de silencio—. Ya está, disculpa.
—De camino a mi dormitorio, accioné el manos libres del móvil y lo dejé sobre
la cama para escuchar las explicaciones del agente Mendía. Me ajusté los
cordones de mis Panama Jack y tomé el móvil de nuevo. —Salgo en cinco minutos.
¿Qué puto «pirao» es capaz de desperdigar a esa pobre chiquilla, por el hayedo
de Burbona? ¿Y dices que a la mano le faltan dos dedos? ¡No me jodas! Escucha,
dejo a los niños en el colegio y… mándame las coordenadas, nos vemos allí
en…—miré el reloj—, en unos cuarenta minutos.
Tomé
el abrigo y corrí hacia la puerta.
—No
espero más. Nos vamos. El que no esté listo se queda.
Edurne
vino hacia la entrada. Ajusté su bufanda y pensé en lo que sería capaz si le
hicieran algo similar a ella. La abracé con todas mis fuerzas y me dio uno de
esos besos que todavía hacen que se me salten las lágrimas. —Los mismos besos
que me daba tu amá —le digo siempre, y,
es que me recuerda tanto a ella que temo que nunca dejaré de sentir el dolor de
su ausencia. Iñaki por fin estaba listo. Me dieron ganas de abofetear a ese
montón de granos y hormonas desequilibradas. En cambio, le di una colleja y lo
abracé para poder separarme del recuerdo de su madre y dejarlo a salvo en
nuestra casa.
—Cómo
mañana no te levantes a tu hora, te vas a llevar un par de hostias. —Iñaki no
me escuchaba, tenía a tope el volumen de sus auriculares.
Cuando
llegué al hayedo ya estaba acordonada la zona. Caminé unos metros, no paraba de
llover y mis botas se hundían en el barro. El forense estaba sobre el terreno.
Me enseñó los restos de la mano seccionada y me transmitió sus primeras
impresiones. Me encendí un cigarrillo para ocultar las ganas de vomitar. Ya
había visto bastante. Me retiré unos metros para que el frío borrara esa imagen
de mi mente.
—Gorka,
despeja la zona cuanto antes. Tú te quedas conmigo, no quiero ver a nadie más
merodeando por aquí. Ese cabrón ha tenido que venir andando. Vamos a examinar
cada centímetro de bosque y no nos iremos hasta encontrar algo.
Estuvimos
cuatro horas removiendo hasta la última hoja del hayedo, llegamos hasta el río,
estábamos peinando la orilla y entonces, escuché aquel ruido, justo detrás de
mi. Cuando me di la vuelta sentí un dolor intenso. Después, nada. Debieron de
pasar un par de minutos, no más. Cuando desperté Gorka estaba haciendo
aspavientos a mi lado.
—Joder,
¿qué coño haces mirándome como un idiota? Corre, habrá ido río abajo.
—¿Estás
seguro? ¿Estás bien?
—Pues
no, joder, pero eso ahora no importa. Corre, si se nos escapa te juro que vas a
chupar comisaría hasta que se te olvide de que color es el sol.
Gorka
salió corriendo. Yo estaba todavía algo aturdido así que mojé mi cara y mis
muñecas con agua del río, crucé a la otra orilla y corrí en la misma dirección
pensando que tal vez aquel asesino hubiera hecho lo mismo; entonces lo vi entre
los árboles. Gorka había parado para recuperar el resuello, estaba doblado sobre
sí mismo y apenas podía respirar.
—A
tu izquierda, Gorka.
—¿Qué
dices? —gritó.
—Joder,
a tu izquierda. —No podía cruzar, el caudal era abundante en esa zona. Entonces
se le echó encima. Pensé que si intentaba cruzar el río no tendría tiempo de
socorrer a Gorka. Disparé sin pensarlo. Es mi amigo y aquel cerdo, un asesino
desalmado. Por lo menos eso era lo que creíamos en ese momento, después,
descubrimos que aquel hombre era tan solo un ladrón de poca monta. Encontramos
en las inmediaciones el escondite en el que guardaba su botín; baratijas
sustraídas de los caseríos cercanos. Era un pobre desgraciado que pensó que lo
buscábamos a él.
No
dudé en disparar, ni siquiera lo pensé un instante. No era la primera vez que
usaba mi arma. En las otras ocasiones, la conciencia no me dejaba dormir
durante una buena temporada. Esta vez ni siquiera lamenté mi error; entonces
supe lo que debía hacer. Redacté mi informe y bajé al bar a tomar una copa. No
lo había hecho hasta ahora, nunca de servicio. Miré mis
botas con el barro seco insertado, como una segunda piel, dura y áspera como la
de los cocodrilos, hastiada de ver tanta miseria y tanta maldad.
Gorka se sentó a mi lado, pidió lo mismo y me acompañó en silencio. Cuando
terminó su copa, dijo un simple «gracias» y se levantó para marcharse. Aquella
palabra resquebrajó mi armadura y rompí a llorar. Gorka me abrazó, en cuanto me
recompuse, le correspondí con un par de abrazos sinceros y lo aparté de mi.
—Aparta,
coño estas mariconadas traerán cola. —Gorka sonrió y subió a la comisaría. Yo
me cerré el anorak y encendí un cigarrillo bajo la lluvia. El mejor cigarrillo
de mi vida. Me supo a gloria. Entré en el despacho del capitán, saqué mi arma y
la dejé sobre la mesa. Tomé mi placa, la observé unos segundos; siempre pensé
que me dolería apartarme de ella pero fue más fácil de lo que pensaba.
—¿Qué
estás haciendo?
—Regreso a
Lekeitio, voy a arreglar mi viejo barco y a alejar a mis hijos de toda esta
mierda.
—No puedes dejarlo ahora.
«Claro que
puedo», pensé, es exactamente lo que estoy haciendo. Me fui caminando calle
abajo, perdiendo lastre; a cada paso, el barro de mis botas se despegaba y
caía. Miré el reloj, los chicos estaban a punto de salir de la escuela. Me
senté en un banco, frente a la puerta. Observé sus caras mientras se acercaban
entre las risas y empujones de los amigos. Se les veía felices, a pesar de lo
duro de ese último año. No ha sido fácil empezar de nuevo, sé que decepcioné a
más de uno renunciando a mi placa, en medio del caos de aquel caso complicado
pero estoy convencido de haber hecho lo correcto.
Como siempre, buenísimo. A éste cuento como a nosotros, le hace falta que lo continúes y que nos sigas sorprendiendo día a día. Enhorabuena por tu forma de escribir: en rojo, en blanco, en negro e incluso en el verde esperanza que nos da leerte. Un beso, Pilar
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por leerme. Un beso.
EliminarEmpezaste Enero con fuerza. No dejes de sorprendernos. Un beso,
ResponderEliminarSí, y aunque es un poco deslenguado, como puedes ver, es un buen tipo. De esos que les gusta tener tiempo para los suyos.
EliminarYo hoy me he puesto al día con tus escritos,pero veo que tu te has puesto las pilas,con el inicio de año.Estupendo. Sigue...Obregón.
ResponderEliminarHola Obregón, se me había pasado tu comentario. Muchas gracias por tus ánimos. Seguiré inventando. Puro vicio
EliminarLa novela negra sueca no tiene nada que envidiarte. Enhorabuena. Mjm
ResponderEliminarMis amigas «M» opinando seguidas. Genial. Pues de momento me impone. Mantener la intriga es complicado.
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